A la izquierda y en un alto, se ve la Sé o catedral, un románico robusto de aire militar y, junto a ella, el Pazo episcopal, de estilo neoclásico, rodeadas ambas de un mar de tejados rojizos orientados en todas la direcciones.
Cerca de la Igreja dos Clérigos está la Estaçao de Sao Bento, que es una de las más bonitas que conozco, decorada con alguno de los mejores ejemplos de azulejo historicista, en azul marino y blanco, obra de Jorge Colaço.
La Rua S. Joao va a desembocar a la Plaça de la Rivera, la entrada a Cais dos Guindais, el embarcadero de la ciudad y, a la vez, paseo lleno de tiendas, terrazas de cafés y restaurantes, que es siempre un fluir de turistas y portuenses o tripeiros.
Al final del paseo está el emblemático Ponte D.Luiz I, feliz idea de un discípulo de Eiffel, que todavía hoy impresiona recorrer para llegar a la otra orilla, Cais dos barcos Rabelos, ya en Villa Nova de Gaia, donde están las cavas del Oporto.
El vino llega hasta aquí desde las Quintas - hoy, en camiones cisterna; antes, en románticos rabelos-, una vez encabezado con aguardiente, reposa durante años en grandes pipas y pequeñas barricas de roble, dependiendo del mayor o menor contacto con la madera que necesite su elaboración.
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Las bodegas más visitadas son las más cercanas al puente - sobre todo Calém, muy bien estructurada y didáctica-, pero no ha que perderse tampoco otras: Sandeman, Ramos Pinto y Ferreira, ésta última - situada al final del paseo- me parece la más recomendable porque es la que mejor conserva el aire de una bodega del siglo XIX. Además, es una de las marcas que más contribuyeron a definir la personalidad del vinho do Porto, aunque, en la actualidad, ya no posea las mejores quintas.
Existe una segunda línea de bodegas encaramadas a la ladera, de más dificil acceso porque hay que serpentear por callejuelas estrechas y empinadas, que eran las más codiciadas antiguamente por los vinateros, cuando el Duero no era un río regulado y las súbitas crecidas ponían riesgo de pérdida el vino depositado en las bodegas más próximas a la orilla.
Una de mis bodegas preferidas en Graham´s - y, aunque está algo alejada, ya que dista a 1.5 km. del puente- la invitación que hace la marca a visitar sus instalaciones incluye el transporte y la cata del vino. Sólo por las vistas de la desembocadura ya merece la pena ir, pero además tiene unos vinos excelentes. En la visita que hicimos, en octubre de 2007, probamos un branco, refrescante y sin sabor a esmalte, un estructurado LBV y un tawny de 10 años, maderizado y con mordiente; pero sin duda lo mejor fue el six grapes, un precioso rubí, afrutado y pleno de sabor.
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